Hay temporadas en la vida, en las que necesitamos expresar de alguna
manera, lo que no nos parece justo o simplemente no compartimos. Cuando
retenemos ese pensamiento negativo en la mente, nuestro cuerpo se resiente, y
es cierta la frase con la que nos encontramos que dice “lo que el corazón
quiere, la mente se lo muestra”.
Hay un estudio sobre Psiconeuroinmunología (ciencia que estudia la
conexión entre nuestro pensamiento y nuestra fisiología), que habla de que un
minuto entreteniendo un pensamiento negativo, deja el sistema inmunitario en
una situación delicada durante 6 horas.
Y es que hay un sentimiento negativo que últimamente habita en mí, y
es el ser consciente de no gestionar bien las preocupaciones con las que me voy
encontrando. Y me gusta ser consciente de ello, porque me ayuda a reflexionar,
a sacar un rato de mi tiempo y observarme en mis propias circunstancias.
Respiro, me relajo y atraigo a mi mente ese pensamiento positivo de que todo
puede mejorar... Os dejo aquí una anécdota que he encontrado y que me ha
gustado… La comparto por si os puede ayudar
también!!
Feliz día!!!
EL ÁRBOL DE LAS PREOCUPACIONES
Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una
antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a las que les
gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien,
decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.
Al final
de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a
pesar de que había sufrido varios contratiempos. Para completar el día de mala
suerte, el coche también se negó a funcionar así que el empresario se ofreció
para llevarle a casa.
El
carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado
por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día. Sin embargo,
al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de
abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas
durante pocos minutos.
Cuando
abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un
hombre feliz. La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al
terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche. Cuando
pasaron por delante del árbol, este le preguntó:
- ¿Qué tiene de especial ese
árbol? Antes de entrar estabas enojado y preocupado y después de tocarlo eras
otro hombre.
- Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. – Soy consciente de que no puedo
evitar los contratiempos en el trabajo pero no tengo por qué llevarme las
preocupaciones a casa. Cuando toco sus ramas, dejo ahí las preocupaciones y las
recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo interesante es que
cada mañana encuentro menos motivos para preocuparme que los que dejé el día
antes.
Esa noche, el rico comerciante
aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida.
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