Me considero una soñadora nata. Vivir con ilusión, imaginar
cosas y soñar deseos…
Cuando era pequeña soñaba, y soñaba mucho. Montaba en mi
cabeza “mini” películas y me imaginaba formando parte de ellas.
Ahora de mayor, también sueño, pero mis sueños son más
reales, sin que falte su puntillo de fantasía. ¿Y por qué no? Si la ilusión por
las cosas es lo que nos mantiene felices.
Hace tiempo que persigo hacer un atrapasueños, y por fin he
tenido la ocasión.
Claudia es mi sobrina y acaba de cumplir 13 años.
Edad en la que se sueña con todo y se imagina millones de
aventuras.
Mi primer atrapasueños para ti princesa.
Tú: mi sobrina, mi ahijada, hija de mi hermana mayor, “tata”
mayor de mi Hugo, mi ojito derecho, primer bebé en llegar a la familia, aquella
que monta a caballo y disfruta con el galope, ella que se mira al espero y
juega a ser mayor, mi pequeña adolescente…
Me encantaría regalarte sueños, sueños bonitos, sueños
tranquilos, sueños de grandes y de pequeños… sueños que dejen volar tu
imaginación… y aunque no estoy en tu mente, ni siquiera en tus noches, quisiera
estar cuidándote a través de éste “dreamcatcher” que he hecho para ti… y aunque
nadie me enseñó a tejer, yo también quiero protegerte, y recuerda que quien
puede soñarlo, puede lograrlo… porque los sueños, sueños son…
SOÑAR SIN MIEDO…
Cuenta la leyenda que había una
mujer araña llamada Asibikaashi que cuidaba a la gente de la tierra. Ésta
mujer, velaba por toda criatura de nuestro mundo, inclinándose sobre las cunas
y las camas de los niños mientras tejía una fina, delicada y fuerte telaraña
que era capaz de atrapar todo mal entre sus hilos y hacerlos desvanecer
al alba.
Cuando su pueblo se dispersó, le
comenzó a resultar muy complicado cuidar a todos los niños, por lo que las
madres y abuelas, tuvieron que comenzar a tejer redes con propiedades mágicas
que atrapan los malos sueños y las pesadillas, protegiendo así a sus
niños.
La antigua leyenda de los indios ojibwa habla de que los sueños pasan por la red
filtrando y deslizando los buenos sueños a través de suaves cintas hasta que
llegan a nosotros. Los malos sueños, sin embargo, son atrapados en el tejido y
mueren con el primer haz de luz del día.
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